Tengo 40 años… bueno, lo dejamos en que estoy en esa franja que va de los 40 a los 50 y tantos. Todavía tengo pelo, no mucha barriga y me ha dado por ser runner, pero ahora resulta que… ¡¡estoy fuera del mercado laboral!!
Tras más de 20 años dejándome la piel en una empresa en la que iba a acabar mi carrera con una fiesta en mi honor y el consabido reloj de agradecimiento, por tantos años de esfuerzo, un día, una amable chica, que podría ser mi hija, me “invita” a abandonar mi puesto porque ya no soy rentable y buscan sangre fresca. ¿Es el fin?? NOOO, es el principio… del VERTIGO!!
Esto, que contado así puede hasta tener su gracia, es lo que ha estado pasado en estos últimos años. Candidatos formados, con idiomas, experiencia, entregados a su empresa y que nunca han reclamado la famosa “conciliación trabajo-vida personal” se encuentran, en el momento de más plenitud de su vida profesional, ante el “abismo” de integrarse al NUEVO mercado laboral.
En ese momento se abre un mundo desconocido: el trabajo se busca por internet, el cv en formato papel ha desaparecido y resulta que ahora tienes que grabar un vídeo o “elevator pitch” en el que, en 2 minutos, tienes que “venderte” de forma atractiva a alguien a quien no ves, intentando ser lo más “empático” posible (palabra nueva para el que lleva fuera del mercado laboral más de 15 años) y todo esto mirando a una cámara y no a un ser humano.
Miras los anuncios y encuentras posiciones “hechas para ti”, hasta que te vas al rango de edad y te das cuenta que lo de tener un 197 o menos al inicio de la fecha de nacimiento te convierte en un “no apto” y te preguntas porqué nadie se fija en tu experiencia, en tu know how, en todo lo que puedes aportar tras tantos años de trabajo.
Y un día, después de semanas de búsqueda infructuosa, esa misma madurez que te ha apartado de posibles vacantes, te hace ver que, en esta aventura de “volver a empezar” habrán cambiado muchas cosas, la tecnología habrá abierto un camino de no retorno, pero… al final, sigue siendo un tema de personas, de conocimientos, de valores no curriculares, son tus principios, tu experiencia, tu temple, tus batallas perdidas y ganadas y, sobretodo, TU ACTITUD, la que hará que ese “volver a empezar” se convierta en un ¡¡EMPEZAMOS UN NUEVO CAMINO!!